sábado, 13 de septiembre de 2008

Argumentos para un (¿dos? ¿tres?) cuento(s)

I.
Una mujer sueña que es una mujer perseguida. El sueño repite siempre la misma estructura, que sería básicamente esta: hecho cotidiano en la vida de esa mujer (viaje en micro, llegada a su casa, etc.) que se ve interrumpido por policías o militares que la asedian. Al darse cuenta de su situación, la mujer experimenta un miedo jamás conocido por ella en la vigilia. Entonces empieza la huida, que en algunos casos no se concreta (en el caso del sueño del micro, por ejemplo, porque es dentro de él donde nota que hay cámaras que los vigilan, y que el camino por el que los llevan no es el de los demás micros, pero nadie le hace caso cuando lo advierte). En otros sí, logra huir y hasta despedirse de sus hijos (en el sueño tiene tres) pero la atrapan cuando está a metros de allí al grito de "Pendeja pelotuda". O sea que en ninguno logra la huida. De todos modos, los peores son los que ocurren en espacios cerrados (micro, casa), porque no solo no logra huir sino que el sueño acaba cuando está a punto de ser atrapada.

II.
Una adolescente descubre incripciones en unos libros usados de la biblioteca íntegra que recibió como regalo. En esos libros de civilizaciones antiguas de 1º año del secundario, otra adolescente pide ayuda. Sus padres se están por separar, dice, no puede dejar de estar triste, dice, no sabe qué hacer de su vida, qué va a ser de su vida, dice, no se imagina cómo será todo de ahí en más. Las anotaciones tienen fecha y hora, del año 1974. La adolescente heredera de esos libros los lee en 1986, y como encuentra en esas anotaciones reflejos de su propia situación, le responde. Al tiempo empiezan a llegarle las respuestas, y los sueños.

III.

Una anciana recibe cada noche la visita de sus seres queridos. Con todos la une un mismo lazo, afectivo y sanguíneo: son personas que estuvieron con ella en su infancia y en su juventud. Todos acuden por la noche, todos se quedan a tomar el té y a dormir, todos están muertos. Por la mañana, como la señora no encuentra a sus visitas, recorre el barrio en su busca. La chica de la panadería de la esquina se pregunta si la muerte llegará así para todos, con emisarios queridos que lentamente lo van convenciendo a uno de que todo ese tiempo no hizo más que extrañarlos y querer estar con ellos (la chica tiene pensamientos oscuros desde que recibe respuestas de otro tiempo a través de cartas y sueños). Por la noche, la anciana prepara el té y algo de comida y se viste con sus mejores ropas para sus muertos queridos.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Como Madame Bovary

Como Madame Bovary todos tenemos un amante por ahí,/ como Madame Butterfly, todos tenemos un suicidio en stand by./ Como Madame Pompadour, ya no queremos continuar en este tour./ Como Madame Recamier, nadie se acuerda del periódico de ayer./ Esta ostentación grandilocuente,/ napoleónica y mayúscula/ no exige responsables y pagamos y pagamos./ Y no existe algún veneno para ratas/ que aprovechan su gobierno/ para hacer los agujeros que pagamos y pagamos.../ Como Madame Bovary todos tenemos deudas con el fmi./ Como Madame Butterfy, te jode un gringo y no te dice ni good by./ Como Madame Pompadour, tanta miseria nos da un toque de glamour./ Como Madame Recamier, al más payaso le decimos "canciller"./ Esta desmesura prepotente/ monolítica y nefasta/ no merece comentarios pero el precio/ que pagamos es tan alto/ que la deuda, esa no nos la acabamos/ y pagamos y pagamos.../ Esta desvergüenza chabacana/ delirante, analfabeta, desquiciada, sanguinaria,/ maquiavélica, grotesca, perfumada y apestosa/agachada,/ antropófaga, violenta que aguantamos y aguantamos.../ Y aguantamos y aguantamos y aguantamos.../ Hasta que ya no aguantamos más/ y que se vayan a la puta madre que los recontramilreparió.

Liliana Felipe

lunes, 8 de septiembre de 2008

Cuento con tías

Todo era una gran equivocación. Estaba segura, era eso, tenía que ser eso y en cualquier momento aparecería alguien o algo diciendo que era un error, persona o señal, no importaba, pero eso no debía estar pasando. Por empezar esa mujer era un error, no podía ser ella, no así tan de blanco, tan tranquila, tan cara de paz, ella que no conocía la paz ni de los domingos ni de la vejez. No, no era ella. Pero bueno, de qué asombrarse si hacía rato que no era ella después de todo, que venía siendo tan no ella desde esos olvidos, desde esa tristeza y ese cansancio que se le habían instalado, justo a ella que despreciaba la tristeza y el cansancio casi tanto como los chismes de barrio, como a las comadres de barrio, o como a las viejas que se la pasaban en la iglesia. Porque no me gusta la gente vieja, había dicho. Ah, mirá qué bien, ¿y vos qué te pensás que sos, joven?. Y claro que lo pensaba, y claro que lo era, si siempre lo fue, cuando jugaba a esconder las cosas o cuando se peleaba con los nenes de 3 años (primero sobrinos, después nietos, luego bisnietos, qué más da si la pelea era siempre la misma) hasta hacerlos llorar. Pero ahora no, ahora parecía una señora, seria y todo, tan en paz en esa cara, en esas manos cruzadas, y es cierto que ya no parecía joven. Habia envejecido de golpe. Fue cuando la tristeza y el cansancio. Sí, fue cuando eso, porque lo de los olvidos a todos les puede pasar, y al principio hasta creí que era otra de sus bromas, hacerse la que se olvidaba de las cosas, si había sido uno de sus chistes habituales. Pero últimamente venía siendo distinto. La cara. La cara era distinta, la cara había cambiado. Se olvidaba y la cara ya no delataba picardía como antes sino desconcierto y seriedad, y ya no respondía con entusiasmo a mis puteadas como antes, cuando competíamos a ver quién de las dos sabía decir más guarangadas, quién puteaba más a la otra. Ahí empezó a cambiar.
Creo que fue desde que empezó con las bromas macabras. Como la de aparecerse a las 3 de la mañana a golpear las manos en la casa del primo para preguntar por la abuela muerta hacía más de 40 años, para preguntar si estaba ahí esa abuela que nunca se habia movido de la provincia, pero que en su afiebrada mente estaba en su casa de visita. O la otra, la de confundir al sobrino con el hermano muerto cuando eran jóvenes. Un día me lo contó y creo que fue esa vez que intuí que ya no era ella, que todo era un error que llevaría a este otro error, cuando me dijo que se puso tan triste porque pensó que era su hermano y no era, y que ella pensaba siempre en el hermano que era tan joven cuando murió y que le agarraba tanta tristeza, porque estaba tan sola, porque la vida era tan triste, sin madre, sin hermano, con tantos muertos a los ochentipico...
Error. Equivocación. Decírselo. Sí. Pero no, porque está ahí recostada, tan seria, tan señora, tan en paz que no da decirle eso que estamos pensando, que todos pensamos y algunos dijimos viendo su metro cincuenta y la medida de ese cajón estándar, Vieja, te queda grande la pilcha, y empezar a reírnos bajito no sea cosa que la familia más lejana se ofenda o vaya a creernos unos desalmados que no respetan ni a sus muertos. Y hay que aguantarse y ahogar las risas, y juntar mocos y sollozos otra vez, porque vemos que no es ella, que no puede ser esa mujer de ahí, porque no llega nadie ni nada a decirnos lo de la equivocación. Pero de pronto ocurre, y es ella la que no se aguanta y se ríe ahora. Porque resulta que ahí la vemos y de pronto es otra vez ella, vemos que se estuvo aguantando todo el tiempo pero no da más y se ríe, tan ella, Boludos, diciendo, mirá cómo lloran esos boludos, si serán giles para llorar así, flor de pelotudos llorando, miralos, si serán boludos, miralos, cómo lloran, cómo están llorando esos pelotudos.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Aspectos positivos de la lluvia

-tirarse a ver las pelis acumuladas luego de meses de bajada indiscriminada en el E-mule (abstenerse si la lluvia te pone sensible y una de las de la lista de espera es "Las horas")
-comer en la cama sin culpa y con migas (mejor todavía con el pijama puesto y si no tuviste que levantarte más que para procurarte comida y tener el/los control/es remoto/s a mano)
-amagar con hacer ese bizcochuelo con fecha de vencimiento en el día (siempre faltará manteca y/o azúcar y/o huevos y/o tortera y/o vecino a quién pedirle algo de todo esto)
-empezar a bajar fotos a cds y abandonar a los 5' (era tan lindo ese lugar al que nunca volverás, te quedaba tan pero tan lindo ese color en la piel, esa sonrisa de tonta, ese muchacho que te abrazaba)
-salir a la calle a adivinar qué baldosas están flojas (juego al que estás condenado a perder o a ganar, según como se entienda el hecho de que todas lo están o todas las que pises lo estarán)
-mirar cómo el color gris cambia el aspecto de las casas y de las personas (a algunas casas les sienta bien, sobre todo las de color amarillo estridente que en días como estos serían unos desubicados, y a algunos señores a quienes el color gris también los mejora a punto tal de convertirse casi casi en desubicados)
-llorar por la calle sin que las personas te miren con lástima (ya sea porque las lágrimas pasan fácilmente por lluvia en estos casos o porque la gente se ocupa más en no mojarse que en compadecerse de sus llorosos semejantes en ocasiones tales).

martes, 2 de septiembre de 2008

Last night

Quería haber estado en ese lugar antes, pero por esas cosas que nunca sé bien cómo ocurren, esa vez también llegaba tarde. La diferencia es que me encontraba con alguien en el camino, y ese o esos alguienes eran de la familia, y el camino era largo y en ascenso, y con vericuetos, asi que cuando lograba llegar ya había unos cuantos reunidos en la casa de otro alguien que también es de la familia. Como tenía llaves del lugar, entré mientras escuchaba sus voces que hablaban de Barthes y de los textos de placer y de los textos de goce, de sujetos textuales y sexuales, y a medida que escuchaba me preguntaba y me enojaba por no haber estado ahí antes, hasta que descubría algo más. No era que yo había llegado tarde, sino que ellos se habían dado cita antes. Entonces me volvía a enojar, porque cómo se atrevían a encontrarse antes y sin mí, para hablar de cosas que saben que me interesan, pero luego descubría, otra vez, algo más. Descubría que entre ellos estaba El Señor Mayor Con El Que A Veces Sueño y eso me llenaba de desilusión porque quería decir que también él me había dejado de lado, que también él se había perdido de deslumbrarse ante mi lectura de textos que son de placer y textos que son de goce, de deslumbrarse hasta el goce en el sentido barthesiano, perderse, desacomodarse, vacilar en sus fundamentos históricosculturalespsicológicos y todo eso, y más.