domingo, 31 de mayo de 2009

De amores II

¿Sabés que es muy raro esto que me pasa con vos,
(raro, loco, nuevo, indecible, indescriptible
y toda la trillada adjetivación, qué más da)
que es difícil escribirte sabiendo que no me podés leer?

¿Sabés que ninguna de las noches que pasé imaginándote
(imaginando cómo serías, cómo sería cuando nos encontráramos,
por qué cosas irremediables te amaría)
pudieron anticiparme siquiera que iba a ser tan así?

¿Sabés que sos tan lindo, que es tan lindo cuando me mirás
(remolinos de palpitaciones y luces multicolores,
fuegos artificiales por todo el aire)
que atravieso los días envuelta en esa mirada enormemente oscura?

Y no, no sabés, sos tan chiquito,
aunque a veces creo que sí
porque abrazás como sabiendo
porque me besás
con tus besos que llenan de baba de babia de vida.

Y no, no sabés, pero tampoco yo sé bien
qué es
por qué es que te quiero de esta forma
por qué me estremezco cuando me mirás
por qué tus manos
tu pelo tus orejas tus ojos tu boca tus mejillas tu mentón tu rodilla
tan diminutas de osito
provocan este torbellino de sensaciones
que se atropellan en mí,
qué cosas veo en vos
o por qué a veces me veo
en vos,
o a la gente que más quiero
en vos,
osito, dibujito
recienvenido
encantador de días.

domingo, 17 de mayo de 2009

De amores

Soñé con Emily Dickinson. Bueno, no con E. D. sino con un texto de ella. Claro que tal vez tampoco fuera de ella, sino de otra escritora pero para mi alterada mente de aquí en más era y será E. D. En el sueño yo leía algo y reconocía una frase que funcionaba como cita epígrafe de un poema de otro escritor/a. Y está claro que ese reconocimiento provocaba en mí una especie de epifanía, o algo así como una felicidad intelectual muy intensa.
Todo esto me recordó dos cosas. Por un lado, el último post donde escribí que la mayoría de las veces sueño con voces o palabras. Y ahora me veo en la necesidad de agregar que en ocasiones con voces o palabras jamás escuchadas o leídas. Como la vez que soñé con las palabras de D.H. Lawrence, por ejemplo, en boca de un N. que me amaba locamente como yo a él. Sólo que eso nunca ocurrió, y que nunca leí a D.H.Lawrence. Pero en el sueño esas palabras eran maravillosas, y la imposibilidad de recordarlas al día siguiente hizo que escribiera para tratar de encontrarlas, casi como si me fuera concedido eso con mi solo intento. Lo cual tampoco ocurrió. En cambio quedó otro intento de poema, demasiado tango, como casi todo lo que canto o digo (esta observación me la hicieron varios extranjeros, y es hora de que me haga cargo, aunque tampoco me molesta demasiado a esta altura, sino todo lo contrario). Tal vez lo cuelgue por aquí en estos días.
Lo otro que me recordó fue lo que llamo "mi eterno conflicto". En realidad, el sueño me causó un poco de gracia. Me recordó a esas mujeres que luego de años de matrimonio sueñan con antiguos novios, y se despiertan culposas, como si hubieran cometido un acto de infidelidad. Y sí, esto de estar soñando con la literatura es raro, a años de haberla abandonado (como pasión, digamos) por la música. Y entonces me quedó una sensación confusa, me sentí algo así como escindida, o tironeada por dos amantes, sin saber ya cuáles de mis amores son furtivos, cuáles estables, a quién traiciono, a quién serle fiel, si de algo así pudiera hablarse, a esta altura.