miércoles, 8 de julio de 2009

Oniríada

Lo que tienen en común es que casi siempre hay algún muerto. A veces me entero de que alguien se muere, y ahí estoy, en la puerta de una especie de iglesia donde lo velan. Otras, ya murió hace tiempo y estoy pasando por un lugar tipo parque temático con reproducciones de sierra de las Quijadas o Cafayate para fotografiarse como si uno hubiera estado ahí, y de repente aparece su tumba. Puedo ser protagonista o personaje secundario, puedo ser yo misma o transmutarme en otro, hombre o mujer, niño, joven o mayor. Puede ser en clave de historia de terror, de aventuras, de ciencia ficción o fantástica. Como la de la otra noche, cuando en medio de un viaje en el 37 de pronto noto un recorrido inesperado, y al volver a mirar hacia el interior, el colectivo está casi vacío. En la desesperación por bajar, voy hacia adelante a pedirle explicaciones (o simplemente que abra la puerta) al chofer y entonces lo veo con la cabeza sobre el volante, muerto (y al final de ese viaje, ahora que lo recuerdo, también estaba la muerte). Pero la peor fue sin dudas una en que muy tranquila, lavando los platos en la cocina de su casa, cebando mate, o no sé bien, ella me dijo: "Me voy a morir el lunes", así, como si nada. Y entonces, mientras pronunciaba esa frase, y después, y por varios días más, sentí que era yo la que me moría cada vez que la recordaba, a ella, y a la frase.