domingo, 9 de marzo de 2008

-También las ciudades creen que son obra de la mente o del azar, pero ni la una ni el otro bastan para mantener en pie sus muros. De una ciudad no disfrutas las siete o las setenta y siete maravillas, sino la respuesta que da a una pregunta tuya.
-O la pregunta que te hace, obligándote a responder, como Tebas por la boca de la esfinge.

(Ítalo Calvino, Las ciudades invisibles)
El viajero sabe desde chico que va a ser viajero. Algunos porque desde temprano tienen sueños inequívocos como cruzar rutas, mares y cielos; otros porque desde chicos aprenden a soñar otras vidas y otros mundos a través de historias de ficción. Y tal vez sea eso lo que más tarde los llevará a buscar esas otras vidas y esos otros mundos. En esa búsqueda hay quienes seguirán leyendo como en predestinación divina y fatal, hay quienes caerán en las fascinantes redes de las palabras y la escritura y hay quienes intentarán agotar geografías y mochilas. Claro que es posible hallar combinaciones de todo esto: están los que leen y viajan también físicamente, y los que leen y escriben (porque todos los que escriben leen pero no todos los que leen escriben). Y está también la especie más terriblemente atractiva para las personas débiles como una, que es la que combina las tres. En esa combinación, muchas veces contradictoria, está el viajero.
El viajero sabe que no quiere ser turista pero también es consciente de que está de paso.
El viajero ama las diferencias, pero una emoción indescriptiblemente bella se apodera de él cuando descubre lugares o personas en los que se reconoce de inmediato.
El viajero sabe que a algunos lugares no podrá volver (porque ya no será el mismo, ya no será lo mismo, porque prefiere el recuerdo a la desilusión), pero se hace el tonto y comienza a planear, aun antes de irse, regresos y reencuentros imposibles.
El viajero persigue geografías, pero sobre todo olores y sabores, colores, sonidos, gestos, ondulaciones, y esa ceremonia íntima que si está en un día de suerte, le será revelada por algún personaje local. Sí, el viajero persigue geografías, pero sobre todo busca personas.
En cuanto a mí, sí, es cierto, persigo todo eso. Pero además sigo a la luna.

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