martes, 28 de abril de 2009

Voces

Yo extraño voces. También caras y manos, sí, y gestos, por supuesto, pero por sobre todo extraño voces. También sonrisas, pero más las risas, es decir, esas voces riendo por los chistes malos de la vieja, y la voz de la vieja riéndose de sus propios chistes (malos). Extraño caricias, pero sobre todo las inflexiones de ciertas voces que eran un modo de acariciar (sus modos). Y todas las voces que cantaron para mí, y rieron, y dijeron "Hola" y se fueron sin decir "Chau", y el color de la voz de mi primo haciéndose el mexicano por teléfono. De todas esas voces hay nostalgia y tal vez sea por eso que cuando sueño con los ausentes nunca son sus cuerpos los que aparecen, sino que son sus voces las que vienen, las que me encuentran, y reencuentro. A veces esas voces aparecen escritas: entonces sueño con cartas, poemas, mails y cada una de esas voces tienen, también por escrito, esas ondulaciones e inflexiones que las hacen únicas, reconocibles (una vez soñé que N me recitaba un poema a medida que lo iba construyendo, y el poema respondía exactamente a lo que llamo "el estilo de N"). Y entonces sobreviene la alegría y el alivio, porque lo cierto es que "me pierdo en la correspondencia porque no me gusta mi voz solitaria", como él dijo alguna vez y en cierto modo ha de ser así, porque aquí estoy ahora, apropiándome también de esa voz y de alguna manera esta apropiación también la resguarda de la muerte, también es una forma de que nunca nunca me abandone.

jueves, 9 de abril de 2009

Hard day's night

Y luego de un día que empezó muy tarde porque te despertaste tarde porque te dormiste tarde, cerveza en el cuerpo y humo en el pelo, trayecto Almagro-Lanús y antes caminata ida- vuelta-ida de Gallo a Medrano y viceversa y antes parrillita en una vereda y antes cine en un shopping (no entiendo cómo llegaste hasta ahí) y antes Lanús, como ahora. Pero un poco menos perpleja, porque aún sin todo ese luego, y sin todo este luego que empezó muy tarde como decía recién, porque el día, porque dormiste, porque la cerveza, pero empezó y casi al anochecer de pronto el descubrimiento que roza la plenitud de comprobar que el cuerpo recuerda y que a veces esas combinaciones de acordes de tus dedos torpes en la guitarra suenan como canciones, por más que duelan las yemas y a veces escucharte, pero qué importa si después de todo (y no es ninguna revelación) hace rato sabés que cantar y tocar son las cosas que te llevan y te llenan, son las cosas que te hacen sentir que todo tiene por fin un sentido y acaso lo que realmente te hace más feliz