martes, 8 de diciembre de 2009

Cantando las raíces

Cantar no es gobernar un caudal aéreo o melódico. Es algo profuso y subterráneo. Caer en concavidades desconocidas y volver a la superficie con fuegos y metales, con picos y planicies, con savias y arenas.
Así cantan las abismales gargantas del indio, el africano y el asiático. Planeando tan alto y profundo entran en misteriosas guturaciones y convierten la voz en sustancia terrible, en llamado y revelación. Las guturaciones son el subsuelo del canto de donde salen los corcovos acompañados de quejidos, gritos, lamentos, arrastres, jadeos y trepidaciones. Mar de temblores que una garganta padece en el trance sonoro, cuando es organismo total, raíz y paredes, vida que se estremece. Canto comunitario, pero también de
solistos que se desangran, dúos en lamentos de vidala o contrapuntos de mujer y hombre entreverados en el amor y el desprecio.
Perú, Bolivia, Chile y algunos pueblos de Ecuador perpetúan este canto inmemorial. La Argentina en aldeas y caseríos cerriles de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja y en salitrales y arenosas tierras de los montes de Santiago del Estero.

(Leda Valladares, Cantando las raíces, Bs. As., Emecé, 2000, pág. 12).

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